Cuentos sin antifaz by Lina María Pérez Gaviria

autor:Lina María Pérez Gaviria [Pérez Gaviria, Lina María]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: literatura colombiana contemporánea, cuentos en español, cuento negro, ficción, Colombia, contemporary colombian literature, short stories in spanish, hardboiled short stories, fiction
editor: eLibros Editorial
publicado: 2011-10-20T00:00:00+00:00

Otro día será domingo

La vida es astuta.

Nélida Piñón

Esta vez decidió enfrentar el suicidio sin vacilación. La vergüenza y la rabia taladraban el centro del pecho. Era demasiado evidente como para cambiarla por cualquier sentimiento barato, de esos que venden al por mayor en la calle a favor de la vida. Estaba hastiado de sí mismo. No había otra salida. Y tenía que ser hoy. Mañana se desataría el escándalo y él no iba a estar vivo para protagonizarlo.

Lo había preparado minuciosamente. Con un beso corriente que no despertara sospechas, despidió a Mariana, su mujer, que salía en ese instante: “Regreso al final de la tarde. Hoy reviso las escuelas del Sur. Ya sabes lo del trancón de la autopista”, dijo ella envuelta en perfume. Tendría tiempo de sobra para morir sin improvisaciones. La última mirada fue de agradecimiento por los seis meses a su lado, medio año de insípida compañía, adecuado a sus planes y a sus simulaciones. Ella, afanada como siempre, no advirtió su gesto de despedida. Había sido un marido conveniente a las estrechas exigencias matrimoniales de Mariana. Todo en ella era insignificante, hasta su oficio de agente de ventas de programas escolares de computación. “No olvides el compromiso del domingo, aunque tampoco conocerás a la tía Marcela, tuvo un accidente doméstico”. Fueron las últimas palabras que escuchó de su mujer.

Quedó solo con su deshonra. Sus componendas y marrullerías se vinieron abajo y con ellas, su audacia, su olfato malandrín con los que condujo sus negocios turbios. Un delincuente con clase: estrategias bajo control, dominio de fachada, ningún cabo suelto, nada de improvisar. Maldijo a Trespalacios, un ser anodino, ajeno a su temple, cuya estupidez lo llevó al desastre.

Recorrió el apartamento. El orden meticuloso era reflejo del escenario en el que se representaba a sí mismo como un hombre ecuánime y calculador. En su simulacro cumplía todos los días con disfrazarse de ejecutivo y desempeñar su papel de banquero incólume mientras en la tras escena su gestión en una inmensa red de lavado de dólares se movía con piruetas perfectas. El carnaval de las ínfulas le daba a Esteban Urquijo un mundo a la medida de su farsa. Aparentaba la monotonía de una vida sin sobresaltos, y Mariana encajaba complaciente: compromisos familiares obligatorios, domingos rutinarios en pareja, el noticiero de las diez, las once corbatas por orden de colores y las doce campanadas del reloj de marca.

Su coraza se había venido abajo, pero no iba a pasar veinte años en prisión. Sentía los miedos revueltos y el corazón agarrotado. Aun así, estaba sorprendido de su serenidad y su coraje. Estaba harto de mentiras y justificaciones. El uso bien programado de sus facultades era el paradigma de la ambición; se vendió a la codicia, traicionó principios, corrió riesgos sin medir consecuencias. Por culpa de la ligereza de Trespalacios todas sus actuaciones se destaparían. Había confiado en las maniobras audaces de su empleado de segunda categoría y falló. Un cigarrillo después de otro le recordó su falta de voluntad perpetua para dejar de fumar.

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